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mario cuenca sandoval

¿una nueva poesía social?

¿una nueva poesía social?

En la revista Ágora escribe Juan de Dios García: "No puede evitar Mario Cuenca Sandoval (Barcelona, 1975, residente en Córdoba) que su dedicación a la enseñanza de la Filosofía se filtre en sus obras de creación. Así, El libro de los hundidos se abre con una cita de Spinosa y se cierra con un poema en el que uno de sus dos protagonistas evoca a Epicuro. También se salpican citas de poetas muy respetados y admirados por los filósofos, tales como Rilke, Alejandra Pizarnik o Roberto Juarroz. Estas referencias culturales, sin embargo, no son más que una dosis mínima, el aliño de la sapiencia en forma de grito que encierran poemas como "Autopsia de Beatriz", "Lanzador de cuchillos" o "Los púgiles".

Funcionamos a golpe de prejuicio. De este modo, si ojeásemos sólo el título de algunos poemas, al lector cultivado le atraviesa de inmediato la etiqueta de 
poesía social, tan rancia, tan utilizada y tan malinterpretada por los estetas de este país debido a las condiciones políticohistóricas de los últimos 70 años. Ejemplos: "Tsunami", "La fábrica" o "Fábula sobre el orden mundial". Su poesía mira de forma diferente a la de nombres como Blas de Otero, Gabriel Celaya, José Agustín Guytisolo o José María Valverde. Es una mirada amarga, en ningún momento tierna. Su lírica indaga, a través de la reflexión y la intuición, en los aspectos más secretos del dolor. Podemos apreciar perfectamente esto en poemas tan distintos como "Chile" o "El derrotado". Desconozco si Cuenca Sandoval ha leído con fruición la obra de esta nómina del compromiso en verso español, pero me temo que, por su edad y por la generación literaria a la que pertenece- Nocilla o Afterpop son las etiquetas que se barajan- sus referentes de transgresión apuntan a otros autores de tradición anglosajona ("Bukowski en los grandes almacenes") o procedentes del mundo cinematográfico: Clint Easwood, Terry George, etc.

El libro está dividido en cuatro partes: la primera toma como punto de partida el maremoto que en diciembre de 2004 arrasó el sudeste asiático; las tres restantes son tres lecciones de los hundidos. El autor, a su modo, les brinda un homenaje continuo en la primera y segunda lección, pero la tercera lección, el final del poemario, es una página en blanco, o sea, la interpretación más libre y coherente después de una desgracia de estas dimensiones. ¿La lucidez del perdedor? ¿Un escupitajo a la retórica de la belleza?

Se trata, por lo general, de poemas con un carácter narrativo, sin signos de puntuación (el autor declara en una entrevista que así las palabras quedan como suspendidas en el aire), con episodios sontenidos por el hilo argumental del luto y la esperanza "dejando en nuestras bocas un dolor de metal". El 
tsunami de nuestra existencia posee una fuerza todopoderosa frente a la que no hay resistencia posible, ¿o sí? Sorprende en esta escritura su ausencia absoluta de barroquismo, de hermético simbolismo, de pedantería floral, de ganas de provocar con piruetas al que lee. Lo que nos comunica esta voz desnuda de imposturas es verdad enferma de escepticismo. Aquí no hay palabras grandilocuentes, aquí la metáfora es un puñetazo en verso para militar no en política sino en vida. En una propuesta definida, con una opción estética afilada, hasta los cantos amorosos se entonan a modo de cantos guerreros ("Morder te va a salir muy caro", "amor en sepultura", "tu forma de repudiar mis manos"). Se canta al no, al final del amor, porque al sí, ¿para qué vamos a cantarle? Realmente, el amor no necesita a la poesía.

Y depués, tras una lectura atenta de 
El libro de los hundios, ese mismo modelo de lector cultivado que imaginábamos al inicio de este artículo se pregunta otra vez: ¿está escribiendo Mario Cuenca Sandoval una nueva poesía social?"

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