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mario cuenca sandoval

Un amor alucinado

Un amor alucinado

(Reseña de Los hemisferios en La Razón, Ángeles López)

Sandoval, como Menéndez Salmón, Rosa, Colomer, Giralt o Tizón, crean «devotos» por su intento de diseccionar cada emoción hasta rozar con el bisturí de su prosa la «partícula de dios» literaria. Por tanto, no entre en «Los hemisferios» quien espere una novela canónica; adéntrese, sólo, aquel que aguarde instantes oscuros y literatura de tumultuoso recorrido, pues se trata de páginas en carne viva tan turbadoras como elevadas. Una auténtica novela de ideas. Es éste un libro de paralelismos especulares entre dos «dimensiones»: La novela de Gabriel y la novela de María Levi. La historia común lleva el hilo conductor de Gabriel, aunque el segundo tramo está compartido por su amigo Hubert Mariet-Levi (trasunto de Marie Levi), en un claro homenaje al Orlando de Woolf, cuyo protagonista vive a través del tiempo y los sexos. Pero en modo alguno es la misma historia contada desde distintos ángulos sino que estamos ante un eterno retorno relatado por dos entidades que repiten sus roles en sendos espacios-tiempos, como si Cuenca Sandoval fuese un buceador literario de «agujeros negros narrativos».

Verano de juventud

Arranca con el relato de Gabriel durante un verano de juventud viajera junto a Hubert, como dos «flâneurs» embriagados de alcohol, droga y cine. Juntos tendrán un accidente de tráfico con resultado mortal para una mujer. Este hecho pondrá en marcha un ciclo demencial para en ambos, una obsesión por buscarla en este u otro confín espacio-temporal. Sus caminos se separan. Hubert se convertirá en el cineasta maldito Mariet-Levi que recuerda al mítico Sirgado del filme «Arrebato» y Gabriel alcanzará cierta fama literaria sin dejar de cargar con el denso peso de la culpa. La voz narrativa de la segunda parte es más compleja de centrar, más monótona y le sobra «metraje».

Fábula sin moraleja que gira en torno a la broma cósmica que supondría revivir los hechos en un eterno bucle sin capacidad de exoneración. Reencarnarse continuamente y perder, para siempre, a la mujer amada, a esa mítica Primera Mujer, sin llegar a salvarla ni poseerla nunca. Paginas alucinadas, vertiginosas y redentoras.

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