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mario cuenca sandoval

guerra del fin del sueño, reseña de Gómez Toré

guerra del fin del sueño, reseña de Gómez Toré

Si, para hablar de este libro de Cuenca Sandoval (Sabadell, 1975), recurriéramos a las habituales etiquetas críticas, podríamos decir que en este poemario tienden a fundirse la poesía existencial y la poesía social. Sin embargo, como nos recuerda Enrique Falcón, en sus Cuatro tesis de mayo (incluidas en su reciente antología Para un tiempo herido), tal vez ello no sea sino una forma de ahondar la separación entre lo público y lo privado que forma parte del discurso dominante. En el prólogo, Juan Bonilla afirma que "La poesía de Mario Cuenca Sandoval, como toda poesía verdadera, nace de una auténtica perplejidad". En efecto, una misma perplejidad muestra el yo lírico ante una existencia en la que el dolor parece ser "el centro del mundo" y ante la "hipnótica/sociedad del terror y del consumo". Ya poema que abre el libro, el espléndido "Otros", nos sitúa ante la certeza de una incómoda herencia compartida, la hermandad en el dolor que quizá sea uno de los elementos determinantes de nuestra condición humana. De ahí que la abundancia de nombres propios (Nietzsche, Borges, Benjamin, Carver...), completada por un curioso "Índice onomástico", no responda a un juego erudito sino a la certeza de que la historia es una suma común, un movimiento colectivo pero impulsado por individualidades (sin necesidad de señalar ninguna influencia directa sino únicamente a modo de analogía, podríamos decir que el uso de los nombres propios está más cerca del último José Hierro que del culturalismo inicial de los novísimos). Desde esta perspectiva, la herencia cultural no conforma un mundo aparte de la vida sino que se nos muestra como el diálogo (tantas veces monólogo, tanas veces roto) entre voces que todavía forman parte de nosotros.
El poeta, que sabe ser directo cuando es necesario pero que no rehúye tampoco la imagen de poderosa resonancia simbólica, nos acerca a una realidad sobre la que parece pesar la amenaza de una violencia constante, sólo a ratos visible. Parece que estuviéramos siempre en medio de una guerra que no sabemos cuándo comenzó y, por consiguiente, tampoco sabemos cuándo terminará (una guerra que cabe entender tanto en sentido literal como simbólico y a la que hace referencia el enigmático título del poemario). En ocasiones, en poemas como "Consumo" o "Kabul" (cuyo arranque no puede ser más prometedor y que contiene, por otra parte, pasajes memorables), se cae en un subrayado excesivo, como si el poeta necesitara destacar con lente de aumento lo que su poesía ya nos muestra con expresividad suficiente cuando no incurre en la tentación de explicarse a sí misma. Sin embargo, las más de las veces, nos encontramos con una voz que, aun cuando se tiñe de desazón o de rabia, es capaz de encontrar el difícil equilibrio entre lo que debe decirse y lo que debe callarse en cada poema (equilibrio difícil porque no hay ninguna ley escrita al respecto, porque cada poema crea su propia y precaria ley).
Poemas como "Oportunidades", "Minima moralia", "El dolor", "Fin del tiempo reglamentario"... dan cuenta del buen hacer del poeta. A Mario Cuenca Sandoval hay que agradecerle, además, su honestidad para mirar de frente un mundo en el que existe la belleza pero también el crimen. Como dicen estos versos de "Francotirador", "en Gaza y en Bagdad" y en tantos otros lugares del planeta, parece que "la vida es una copia barata de la vida". En sus mejores poemas, puede aplicarse al poeta lo que dice él mismo del gran Carver: "Llueve en la calle y leo a Raymond Carver/ Se está bien en sus versos a pesar del dolor".
En
Pata de gallo, diciembre 2008.

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