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mario cuenca sandoval

Los hemisferios, en la web de ocio de El Corte Inglés

Los hemisferios, en la web de ocio de El Corte Inglés

(reseña a cargo de Diego Moldes)

Seix Barral, en su prestigiosa colección Biblioteca Breve, publica una de las novelas más importantes de la narrativa española del siglo XXI

En el siglo XXI ha surgido en España una nueva generación de escritores, nacidos en la década de 1970, a la que pertenece Mario Cuenca Sandoval (1976), junto a otros como Ricardo Menéndez Salmón, Andrés BarbaAlberto Olmos, Fernando San Basilio, Pilar Adón, Javier Calvo Perales, Mercedes Cebrián, José Ángel Barrueco, Use LahozElvira Navarro Sònia Hernández, Álvaro Colomer Moreno, Jorge Carrión o Manuel Jabois. A los que podemos añadir al peruano Santiago Roncagliolo, los chilenos Carlos Yushimito, Carlos Labbé y Alejandro Zambra, o los argentinos Patricio Pron, Federico Falco, Lucía Puenzo, Samanta Schweblin, Pola Oloixarac o Andrés Neuman, algunos de los cuales residen o han residido en España.

No sabemos qué une a estos y otros narradores, aparte claro está de la coincidencia generacional -todos tienen ahora entre 34 y 44 años-, pues han cultivado géneros diferentes y estilos de lo más diversos. Acaso la no vinculación a la tradición narrativa española (parecen desvincularse voluntariamente del influjo de la Historia de España y de la Literatura Hispanoamerica de los siglos XIX y XX) y sí su permeabilidad a las experiencias literarias extranjeras, las más experimentales y/o vanguardistas, al cine más  venerado por los cinéfilos o a la cultura pop, la música, el cómic, el happening, el diseño gráfico o la relaciones en Internet. La cultura anglosajona, gala, escandinava o centroeuropea parece haber marcado buena parte de sus lecturas. Eso es algo evidente, al menos, en el caso del escritor que nos ocupa.

Desde la publicación de Los hemisferios (Seix Barral, 2014), Mario Cuenca Sandoval ocupa un lugar central en esa generación, y en la narrativa actual, por derecho propio.

Hasta ahora Mario Cuenca Sandoval había publicado dos novelas, Boxeo sobre hielo (2007) y El ladrón de morfina (2010), que habían gozado de buenas críticas y la atención de la prensa especializada. Es también un consumado poeta. Entre sus poemarios destaca Todos los miedos (2005), IX Premio Internacional Surcos de Poesía. Pero Los hemisferios ha superado todas las expectativas.

Nos hallamos ante un novelón de 536 páginas o, mejor dicho, una novela doble, como nos sugiere el título y también su nexo con Vértigo / De entre los muertos (Vertigo, 1958), la obra maestra de Alfred Hitchcock (votada en 2012 la "mejor película de la Historia del Cine"). Novela doble, pues el libro contiene dos novelas, La novela de Gabriel (págs. 9 a 265) y La novela de María Levi (267 a 536). Dos universos paralelos conectados en el tiempo y en el espacio, el primero planteado en torno a la impronta de Vértigo y su narrativa a medio camino del suspense y el romanticismo, el segundo apoyándose en el milagro de corte visionario de Ordet (Ordet-La palabra, 1954), de Carl Theodor Dreyer, a juicio de este cronista la mayor película de la historia del cine europeo.

En la primera, que arranca en los años setenta, a caballo entre París y Barcelona, surgen personajes poderosos, como Gabriel, novelista y narrador, y su amigo Hubert Mairet-Levi, cineasta experimental y documentalista. Entre medias, el torero Astraldi, que fallecerá ante las cámaras de Mairet-Levi, además de Carmen y Meriem, que como en el citado relato hitchcockiano, son el doppelgänger femenino arquetípico, Madeleine y Judy (Kim Novak en ambos papeles), dos mujeres o un desdoblamiento de la Mujer Primigenia. Es por tanto no exactamente una novela sobre el amor (o el desamor) sino sobre cómo el enamoramiento enfermizo deviene en obsesión patológica.

En la segunda novela, hay tres Marianne, católica francesa, María Levi, judía hispano-gala y quien lo narra en primera persona y Samira, musulmana e hija de un emigrante argelino. Esta segunda parte transcurre entre París, Barcelona e Isla Mística (Islandia) y en un tono esotérico y apocalíptico va dirigido hacia una hermandad. El personaje límite de María Levi (trasunto del de Mairet-Levi), lesbiana tatuada, drogadicta, punk y acaso vampiresa -vive en un mundo de revenants vinculados a la industria clandestina del porno amateur y participa de un vampirismo casi metafíciso- va hallando los puentes con la primera novela, y en especial con Gabriel, o Gabi, o Gabs, de una manera sutil y fragmentada. ¿Viven en el limbo, existe o es conciencia o mera memoria? Ambos narradores, Gabriel y María, se enamoran de una misma mujer. la prosa se vuelve valiente y descarnada, en donde el sexo explícito y la adicción a las drogas son descritos como si se reviviese una catarsis en permanente metamorfosis. Y en medio de todo esto tenemos conceptos como El Ansia, el Supremo Montaje o la apelación de María a sus "queridas hermanas", ¿secta, fantasmas femeninos, mujeres resucitadas en un universo paralelo?, una serie de enigmáticos conceptos que subyugan al lector y le hacen presa de la subjetividad de los dos narradores, más María que Gabriel.
¿Es la Meriem de la primera novela la misma mujer que la Marianne de la segunda? ¿Y Carmen en la primera que tiene que ver con Samira? ¿Y Adela con Aurora? ¿Qué hay del torero Astraldi en el pornógrafo Arnau? Reflejos dobles, duplicaciones espirituales, espejos y proyecciones

Cuenca Sandoval explica en una entrevista en el Diario de Córdoba (ciudad donde reside e imparte clases de filosofía) esta imbricación cinéfilo-literaria en la narración.

Hay dos películas que aparecen como plantilla: Vértigo, en la La novela de Gabriel; y Ordet, en La novela de María Levi. Goddard escribió que los dos únicos directores que habían logrado filmar un milagro eran Hitchcock y Dreyer, el milagro de la resurrecicón de la mujer amada. En el fondo,Los hemisferios es una novela de fantasmas, pero no de ultratumba. De proyecciones, de espectros que viven en la conciencia, en la memoria y en el sueño.

Escrita con una prosa poderosísima en forma de espiral de espejos o vórtice sin centro definido, plena de metáforas hipnóticas y juegos metaliterarios -con un homenaje explícito a Rayuela de Cortázar y otro más velado a Un hombre que duerme, de Perec-, la narrativa de Los hemisferios es enfebrecida, implacable, desnuda, de gran energía vital, fantasmagórica, casi sobrenatural, pasando de la vertiente más violenta y furiosa a otra ascética (en el cráter de un volcán) y casi simbolista -las cicatrices y su condición de verdaderos estigmas religiosos, de otra religión que vendrá en el futuro- y, aunque está presa de huellas cinéfilo-literarias de todo tipo, es de una originalidad tan atrevida y personal que puede llegar a parecer insolente. Pero no lo es. Hay que saber leer sus párrafos con detalle:

[...] Cuenca Sandoval que usa la tercera, la segunda y la primera persona, como si evolucionara desde la distancia de un thriller de Hitchcock a un diario basado en el puro ensimismamiento de Tarkovski, sosteniendo el pulso de la narración a través de un ritmo marcadamente cinematográfico llevado hasta sus últimas consecuencias. (Víctor Guillot, Neville Magazine Digital)  

La novela es también una forma de pensamiento y, como tal, un ensayo literario o metaliterario, en donde su autor da rienda suelta a todas sus influencias culturales, que son innumerables, desde el Mito de Pigmalión al de Orfeo y Eurídice. Incluso intercala párrafos enteros de Vértigo y pasión (1998), magistral ensayo sobre Vértigo del filósofo Eugenio Trías que ampliaba su texto seminal Lo bello y lo siniestro. El abismo que sube y se desborda. Cuenca Sandoval explica los motivos que le llevaron a establecer ese juego de citas:

No pretendo resultar moderno (o postmoderno), ni epatar con erudición filosófica o cinéfila. En mi caso responde a un deseo de libertad formal. Cuando cito a algún autor, lo hago porque hay quienes han dicho mucho mejor que yo lo que me propongo decir en alguna reflexión en particular, o lo han hecho de una manera más comprimida y eficaz, y porque escribir es también entablar un diálogo con ellos.

Es un libro abierto a múltiples interpretaciones y a lecturas exigentes (ya lo dijo Barthes: "el autor no escribe, es escrito", escrito por el lector, se entiende). En este megapalimpsesto (palimpsesto viene del griego antiguo "παλίμψηστον", significa "grabado nuevamente"), este artefacto brutal, intenso juego de espejos o sus reflejos múltiples en donde los dos universos, los dos hemisferios, brotan, fluyen, se bifurcan y convergen hasta desembocar como una cuenca fluvial, no podemos dejar de lado las citas que el autor incluye, y que le definen como creador tanto o más que los inspirados párrafos que han brotado directamente de su mente. Citas que desglosamos escrupulosamente pues, aunque el libro ha tenido un sinnúmero de críticas, todas ellas elogiosas, ninguna se había molestado en señalarlas en su totalidad, a modo de enumeración perequiana. 

CITAS ARTÍSTICAS
Rembradt, El Greco, Rodin, Gaudí.

CITAS MUSICALES
Sex Pistols, The Ramones, Mike Oldfield, Iggy Pop, Joy Division, Joan Baez. (Querencia en general por el punk de finales de los años setenta.)

CITAS CINEMATOGRÁFICAS / FILMS O CINEASTAS CITADOS

Alfred Hitchcock, Carl Theodor Dreyer, Pier Paolo Pasolini, Georges Franju (Ojos sin rostro), Jean Cocteau (Orfeo), Alain Resnais (El año pasado en Marienbad), Brian de Palma (Fascinación), François Truffaut, Douglas Trumbull sin citarlo (citando a Naves misteriosas / Silent Running), Jean Luc Godard, La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman), La naranja mecánica (Stanley Kubrick), Hellraiser (Clive Baker), Jóvenes ocultos (Joel Schumacher), Viaje alucinante al fondo de la mente (Ken Russell) y Videodrome (David Cronenberg).

CITAS LITERARIAS / OBRAS O AUTORES CITADOS

Octavio Paz, Juan José Arreola, Eugenio Trías, Julio Cortázar, Roland Barthes, Georges Perec, George Orwell, Novalis, Lord Byron, Goethe, Jacques Lacan, Jung, Carlos Castaneda, el mito del Minotauro (Apolodoro et alii), Empédocles de Agrigento, Raymond Carver, Jacques Derrida, Pierre Boileau y Thomas Narcejac (sin citarlos), ¡Georges Rodenbach!, George Deleuze, Dante, Virgilio, Jean-Paul Sartre (sin citarlo cita La náusea), Jorge Luis Borges, Jean Richepin, Heráclito de Éfeso, Jules Verne (Viaje al centro de la tierra), Paul  Valéry, Marcel Proust, Jean Genet, Pierre Klossowski, Aldous Huxley, Timothy Leary, Alain Robbe-Grillet, François Sagan ¿(despreciándola?), Anthony Burgess, Michel Foucault, Jack Kerouac, Bernard Pivot (que acaba de publicar nuevo libro en España) y hasta Joyce Mansour, ahí es nada.

El único pero que se le puede poner a este libro es que, en parte, es la novela que algunos querríamos haber escrito. Ya no será necesario y, en todo caso, jamás se habrían alcanzado tan altas cotas. 

Cuatro años de trabajo cuyo resultado es esta maravilla. Para muestra, este párrafo, donde narrador y narratario se funden en un solo ente, sacado de cuando Gabriel se habla a sí mismo en el espejo, al finalizar la primera novela, la suya, la de Gabriel, Gabi, Gabs:

Te percatas de que la palabra amor no aparece por ninguna parte, pero sí la palabra vergüenza, la palabra culpa, la palabra remordimiento. Pero por qué exageras la altura de ella, por qué inventas libros y películas y drogas que no existen, por qué reduces el nombre de sus ciudades a sus abreviaturas, qué es lo que te avergüenza, qué es lo que más te perturba de todo este asunto. Quizá no importe demasiado. Escribir todo esto es faltar irremediablemente a la verdad, traicionarlo. Es el intento desesperado de transmitir experiencias impermeables a la palabra. Encuentros con fantasmas de este mundo.
Y un día tecleas el punto final y sales, con el legajo de folios mecanografiados bajo el brazo a buscar una fotocopiadora por el barrio. Tu documento aguarda a sus lectores en el futuro, cuando todos los héroes y todos los villanos de esta historia se hayan esfumado.

Si eres letraherido y además cinéfilo, no podrás dejar de leer y releer esta obra maestra de nuestro tiempo. Porque será precisamente el tiempo, el mejor juez, quien la pondrá en el alto lugar que se merece.

P.D. Para los fans de Vértigo, recomendarles una segunda lectura de Los hemisferios, anárquica y transversal, como el espíritu de sus personajes, siguiendo la trama con sublime música de Bernard Herrmann de fondo (CD por desgracia ya descatalogado). 

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