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mario cuenca sandoval

Los hemisferios. Entrevista en El Día de Córdoba

Cuenca Sandoval propone un juego de espejos narrativo en ’Los hemisferios’

 

El escritor publica en Seix Barral una ambiciosa obra que sale hoy a la venta en la que dos narraciones establecen relaciones y correspondencias entre sí, con gran influencia del cine. Alfredo Asensi. El Día de Córdoba

Una trama que se dispara en dos direcciones. Varios espacios y varios tiempos. Personajes que asumen roles idénticos pero identidades distintas. Los hemisferios es "un juego de espejos", una narración que Seix Barral define como "hipnótica" y "deslumbrante" y que hoy aterriza en las librerías. Es la tercera novela de Mario Cuenca Sandoval, que con Boxeo sobre hielo y El ladrón de morfina mostró unas credenciales que avalan su acceso a la primera división literaria de la mano de uno de los sellos más prestigiosos del país.

Un salto que, asume el escritor, "provoca cierto miedo y cierta responsabilidad", pero que representa la mejor recompensa para un trabajo en el que ha invertido cuatro años. "En realidad -explica-, Los hemisferios no es una novela sino dos", y supone "la voluntad de dar un puñetazo en la mesa con un proyecto ambicioso" que ahora tiene que pasar el examen de los lectores. Ha sido "un ejercicio de levantamiento de pesas" reflejado en 540 páginas.

"El título", añade Cuenca Sandoval, nacido en Sabadell en 1975 y cordobés de adopción, "puede resultar engañoso al sugerir dos mitades de una misma historia, cuando en realidad se trata de dos universos narrativos paralelos que se abren en torno a unos mismos personajes y unas mismas peripecias, como si la historia se encarnara en dos novelas distintas, con personajes que, aunque cumplen los mismos roles en ambas narraciones, pueden llamarse de manera distinta, tener profesiones distintas e incluso otro género. Son dos novelas gemelas o simétricas y el juego que se le propone al lector es que vaya reconociendo las relaciones y paralelismos que hay entre una y otra". Correspondencias que hicieron "terrible" el proceso de revisión y corrección de la obra, en el que había que evitar el más mínimo desajuste "para que todas las piezas encajaran".

La pérdida de una mujer deseada actúa como big bang en un universo que se despliega por el París de los 80, la Barcelona de la Transición y una isla nórdica, entre otros espacios de este juego de correspondencias en el que entre las pistas que se le ofrecen al lector para que lo recorra hay algunos objetos que conectan una parte con la otra. Las dos narraciones, por otra parte, proponen al receptor el reto "de que construya una tercera novela, una novela cero que estaría en la base de las otras dos".

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La pérdida de una mujer deseada actúa como big bang en un universo que se despliega por el París de los 80, la Barcelona de la Transición y una isla nórdica, entre otros espacios de este juego de correspondencias en el que entre las pistas que se le ofrecen al lector para que lo recorra hay algunos objetos que conectan una parte con la otra. Las dos narraciones, por otra parte, proponen al receptor el reto "de que construya una tercera novela, una novela cero que estaría en la base de las otras dos".

Cuenca Sandoval tuvo claro desde el principio el planteamiento conceptual del proyecto, pero nunca pensó "que se extendería tanto". Hay una versión que incluso supera las 600 páginas. "Al final el juego ha dado mucho de sí, tanto que el libro se volvió muy absorbente, integrando elementos de la actualidad" como la polémica de la abolición de los toros en Cataluña o la irrupción del volcán Eyjafjallajökull en Islandia.

Exigir del lector un rol activo, una implicación, es uno de los ejercicios que, como escritor, más interesan a Cuenca Sandoval: "La literatura comercial no suele exigir mucho, ni siquiera atención, puedes leer un best-seller mientras ves una película. En la literatura más ambiciosa sí se da este planteamiento, pero no se trata de una exigencia intelectual o filosófica, se le exige que vaya captando relaciones entre objetos, personajes, lugares, que su imaginación vaya confeccionando un tejido con todo esto".

Otra presencia determinante en Los hemisferios es el cine. Las referencias, explica el autor, "son innumerables", pero hay dos "fundamentales": en la primera parte, Vértigo de Alfred Hitchcock, a partir de la cual se le propone la trama al lector; y en la segunda, La Palabra (Ordet) de Dreyer, una película "relacionada con la posibilidad de un milagro". Cuando el proyecto ya estaba en marcha, el escritor se topó con la frase de Godard según la cual sólo dos directores han conseguido filmar un milagro: Dreyer y Hitchcock, la reencarnación, la recuperación de la mujer perdida.

Los hemisferios defiende la idea de que "toda historia es una reescritura". Cuenca Sandoval considera que "lo fundamental está contado, pero se puede contar mejor y de formas novedosas". Entre forma y fondo, dos conceptos que a veces son enfrentados "tontamente", lo más determinante "es la forma: un tipo gracioso nos cuenta un chiste malo y nos morimos de risa".

Cuenca Sandoval lamenta que "la industria del libro se esté deshinchando". El best-seller está en un mal momento y eso arrastra a todo lo demás "porque es el sustento de las editoriales: si otros escritores consiguen publicar es por el éxito de éstos". Hoy en día "los editores no están por el riesgo ni por descubrir nuevas voces o fomentar la innovación literaria: se aferran a los nombres consagrados y a la recuperación de clásicos; los noveles van a tener serias dificultades para dar el salto a su consagración".

En Los hemisferios ("un título que puede resultar opaco, pero es una opacidad que funciona a favor del libro") también se pueden rastrear numerosas influencias literarias, entre ellas "el Perec de Un hombre que duerme en la primera parte, con su descripción ensimismada de los objetos y los lugares", y "elementos de una tradición literaria más punk en la segunda, que es más excesiva: Foster Wallace, Palahniuk e incluso Houellebecq".

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