Los hemisferios. Entrevista en El Día de Córdoba
Cuenca Sandoval propone un juego de espejos narrativo en ’Los hemisferios’
La pérdida de una mujer deseada actúa como big bang en un universo que se despliega por el París de los 80, la Barcelona de la Transición y una isla nórdica, entre otros espacios de este juego de correspondencias en el que entre las pistas que se le ofrecen al lector para que lo recorra hay algunos objetos que conectan una parte con la otra. Las dos narraciones, por otra parte, proponen al receptor el reto "de que construya una tercera novela, una novela cero que estaría en la base de las otras dos".
Cuenca Sandoval tuvo claro desde el principio el planteamiento conceptual del proyecto, pero nunca pensó "que se extendería tanto". Hay una versión que incluso supera las 600 páginas. "Al final el juego ha dado mucho de sí, tanto que el libro se volvió muy absorbente, integrando elementos de la actualidad" como la polémica de la abolición de los toros en Cataluña o la irrupción del volcán Eyjafjallajökull en Islandia.
Exigir del lector un rol activo, una implicación, es uno de los ejercicios que, como escritor, más interesan a Cuenca Sandoval: "La literatura comercial no suele exigir mucho, ni siquiera atención, puedes leer un best-seller mientras ves una película. En la literatura más ambiciosa sí se da este planteamiento, pero no se trata de una exigencia intelectual o filosófica, se le exige que vaya captando relaciones entre objetos, personajes, lugares, que su imaginación vaya confeccionando un tejido con todo esto".
Otra presencia determinante en Los hemisferios es el cine. Las referencias, explica el autor, "son innumerables", pero hay dos "fundamentales": en la primera parte, Vértigo de Alfred Hitchcock, a partir de la cual se le propone la trama al lector; y en la segunda, La Palabra (Ordet) de Dreyer, una película "relacionada con la posibilidad de un milagro". Cuando el proyecto ya estaba en marcha, el escritor se topó con la frase de Godard según la cual sólo dos directores han conseguido filmar un milagro: Dreyer y Hitchcock, la reencarnación, la recuperación de la mujer perdida.
Los hemisferios defiende la idea de que "toda historia es una reescritura". Cuenca Sandoval considera que "lo fundamental está contado, pero se puede contar mejor y de formas novedosas". Entre forma y fondo, dos conceptos que a veces son enfrentados "tontamente", lo más determinante "es la forma: un tipo gracioso nos cuenta un chiste malo y nos morimos de risa".
Cuenca Sandoval lamenta que "la industria del libro se esté deshinchando". El best-seller está en un mal momento y eso arrastra a todo lo demás "porque es el sustento de las editoriales: si otros escritores consiguen publicar es por el éxito de éstos". Hoy en día "los editores no están por el riesgo ni por descubrir nuevas voces o fomentar la innovación literaria: se aferran a los nombres consagrados y a la recuperación de clásicos; los noveles van a tener serias dificultades para dar el salto a su consagración".
En Los hemisferios ("un título que puede resultar opaco, pero es una opacidad que funciona a favor del libro") también se pueden rastrear numerosas influencias literarias, entre ellas "el Perec de Un hombre que duerme en la primera parte, con su descripción ensimismada de los objetos y los lugares", y "elementos de una tradición literaria más punk en la segunda, que es más excesiva: Foster Wallace, Palahniuk e incluso Houellebecq".
Cuenca Sandoval tuvo claro desde el principio el planteamiento conceptual del proyecto, pero nunca pensó "que se extendería tanto". Hay una versión que incluso supera las 600 páginas. "Al final el juego ha dado mucho de sí, tanto que el libro se volvió muy absorbente, integrando elementos de la actualidad" como la polémica de la abolición de los toros en Cataluña o la irrupción del volcán Eyjafjallajökull en Islandia.
Exigir del lector un rol activo, una implicación, es uno de los ejercicios que, como escritor, más interesan a Cuenca Sandoval: "La literatura comercial no suele exigir mucho, ni siquiera atención, puedes leer un best-seller mientras ves una película. En la literatura más ambiciosa sí se da este planteamiento, pero no se trata de una exigencia intelectual o filosófica, se le exige que vaya captando relaciones entre objetos, personajes, lugares, que su imaginación vaya confeccionando un tejido con todo esto".
Otra presencia determinante en Los hemisferios es el cine. Las referencias, explica el autor, "son innumerables", pero hay dos "fundamentales": en la primera parte, Vértigo de Alfred Hitchcock, a partir de la cual se le propone la trama al lector; y en la segunda, La Palabra (Ordet) de Dreyer, una película "relacionada con la posibilidad de un milagro". Cuando el proyecto ya estaba en marcha, el escritor se topó con la frase de Godard según la cual sólo dos directores han conseguido filmar un milagro: Dreyer y Hitchcock, la reencarnación, la recuperación de la mujer perdida.
Los hemisferios defiende la idea de que "toda historia es una reescritura". Cuenca Sandoval considera que "lo fundamental está contado, pero se puede contar mejor y de formas novedosas". Entre forma y fondo, dos conceptos que a veces son enfrentados "tontamente", lo más determinante "es la forma: un tipo gracioso nos cuenta un chiste malo y nos morimos de risa".
Cuenca Sandoval lamenta que "la industria del libro se esté deshinchando". El best-seller está en un mal momento y eso arrastra a todo lo demás "porque es el sustento de las editoriales: si otros escritores consiguen publicar es por el éxito de éstos". Hoy en día "los editores no están por el riesgo ni por descubrir nuevas voces o fomentar la innovación literaria: se aferran a los nombres consagrados y a la recuperación de clásicos; los noveles van a tener serias dificultades para dar el salto a su consagración".
En Los hemisferios ("un título que puede resultar opaco, pero es una opacidad que funciona a favor del libro") también se pueden rastrear numerosas influencias literarias, entre ellas "el Perec de Un hombre que duerme en la primera parte, con su descripción ensimismada de los objetos y los lugares", y "elementos de una tradición literaria más punk en la segunda, que es más excesiva: Foster Wallace, Palahniuk e incluso Houellebecq".
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