Blogia
mario cuenca sandoval

El ladrón de morfina en ABCd

El ladrón de morfina en ABCd

Reseña a cargo de Andrés Ibáñez:

Me fascinó la lectura de la primera novela de Mario Cuenca Sandoval, Boxeo sobre hielo, y también me ha fascinado la lectura de la segunda, El ladrón de morfina, publicada por 451 Editores.

Mario Cuenca Sandoval nació en Sabadell en 1975 y vive en Córdoba. Aparte de sus dos novelas, ha publicado poesía. Es un novelista de gran originalidad. Es uno de los escritores más interesantes de su generación.

Pero no, no seamos tan ceremoniosos. Me arriesgaré a decir de verdad lo que pienso de Mario Cuenca Sandoval. Pienso que posee un talento literario inconmensurable, que escribe como un maestro, que tiene una prosa de altísima calidad, que está al nivel de los mejores (y no hablo de los mejores en España, sino de los mejores, en general), que El ladrón de morfina tiene pasajes francamente geniales como, por citar sólo uno, esa página asombrosa en que el pequeño ladrón decide probar la droga con la que trafica y se ve inundado por una sensación de fantasía y abandono y se deja caer a un río y desciende flotando, flotando río abajo, flotando por entre los soldados, por entre los tanques, por entre los paisajes ardiendo, flotando río abajo como un nenúfar o una hoja de arce y todos le toman por un cadáver que pasa arrastrado por las verdes aguas del río y no le prestan atención, y mientras tanto el niño, lleno de la felicidad de la morfina, contempla embelesado el cielo y las nubes hasta que comienza poco a poco a hundirse en las aguas...

tensión y lirismo. Todo esto es asombroso. Es asombroso el lenguaje de Mario Cuenca, que me recuerda a esa mezcla de tensión y de lirismo, de impersonalidad y de ensueño de Denis Johnson y, en general, de la mejor prosa de ficción norteamericana reciente. ¿Hay ecos de Árbol de humo, de Denis Johnson, en El ladrón de morfina? ¿Habrá leído Mario Cuenca este libro reciente, ambientado en la guerra de Vietnam, durante la composición de esta novela suya ambientada en la guerra de Corea? ¿Será Johnson el origen de esos túneles llenos de humo alucinógeno y de esos ojos que saltan de su órbita? No importa, realmente no importa el problema de las influencias o, quizá, de los homenajes. Lo que importa es que cuando este lector se abismaba en las páginas de la novela de Mario Cuenca se sentía poseído por una prosa y una inventiva de una altura y un poder comparables a las del maestro americano.

trozos de luz. Es asombroso el lenguaje de Mario Cuenca, su madurez, su originalidad, pero también el ritmo implacable y a la vez sinuoso de sus páginas, que uno siente húmedas y como cargadas de acontecimientos y de trozos de luz y de sabores de plantas. Es asombrosa su inventiva, la creación de paisajes y lugares exóticos, la familia del médico coreano que ayuda al soldado angélico Wilson Reyes, el terror sombrío del encierro subterráneo de Bentley, la belleza de las explosiones por encima de los árboles, las luces y los aromas de las bombas, las entrañas transparentes de un avión ardiendo. Esto es la literatura.

Ahora se habla mucho de lo mal que está la literatura, de lo difícil que lo tienen los «autores literarios» (sic). Pero la literatura no está mal. Esto es literatura. Esto es la literatura. Esto es la literatura del siglo XXI. Esta transparencia, esta ligereza, esta mezcla de historias, este entrecruzamiento de la realidad y la ficción, de la enciclopedia y el poema.

Le deseo a Mario Cuenca mucha suerte en esta profesión, una de las más duras y desagradecidas que se conocen. Ojalá tenga mucho éxito y vea reconocidos pronto sus altísimos méritos. Pero si el éxito tarda en llegar, si alguna vez siente desánimo, si considera que lo que logra no está a la altura de lo que él había imaginado que lograría, le pediría que no se desanime y, sobre todo, que no dude de sí mismo.

El ladrón de morfina se presenta como la traducción al español de una novela americana, The Morphine Thief, obra de un tal S. K. Caplan (1921-1997), pionero del arte infográfico y cocreador del sistema que utilizan los ordenadores para generar imágenes artísticas. Se preguntarán ustedes si este Caplan (cuyo nombre coincide con el del falso agente del FBI de Con la muerte en los talones) existió realmente. No aparece en Wikipedia, de modo que es evidente que no, que no existió. Quien sí existió, en cambio, es otro de los personajes de este curioso libro, Wilson Snowflake Bentley, que fue el primer hombre que fotografió los cristales de hielo.

0 comentarios