Los hemisferios en Númerocero
Vértigo narrativo
…y decir que todo parecía tan fácil, tan normal. Es la historia de una novela que empieza como ciertos libros de Bolaño: jóvenes, escritores, artistas, sexo, falsa trama policiaca, una sombra que amenaza… Luego, es la historia de un libro que se transforma, se hace mutante, que llega a contarnos muchas cosas, de maneras muy distintas. Hasta tal punto que, al final, el lector se queda con algunos cabos sueltos que le corresponde atar si no quiere enfrentarse al abismo que Mario Cuenca Sandoval abre a sus pies.
‘Los hemisferios’ habla de un momento que lo cambia todo: un accidente, una mujer muerta por culpa de dos amigos, una amistad que se deshace sin disolverse del todo, y un amor enloquecido, una obsesión que crece para transformarse en el gran agujero negro de la narración.
Parece darse esta historia en dos partes. En la primera, el cerebral, aparentemente racional, Gabriel, escritor de lo más siglo XX, persigue en París y Barcelona la Mujer encarnada en varias mujeres, cual Scottie Ferguson en ‘Vértigo’. En la segunda, la pasional, aparentemente loca, María Levi, artista futurista, escapa hacia una isla muy parecida a Islandia con una mujer moldeada a la imagen de la Mujer para… ¿para qué, exactamente?
El propio autor habla de su libro como de dos novelas en una pero no es del todo cierto. Al contrario que los intentos un tanto ñoños de David Mitchell, donde las otras novelas dentro de la novela acaban aclarando los puntos oscuros del relato, se trata aquí de un proceso de contaminación mutua. Aunque pueda parecerlo, no hay una mitad clara y otra mitad que viene a complicar las cosas. De hecho, el lector francófilo se dará cuenta bastante rápido de que hay algo extraño en la primera parte: anacronismos demasiado numerosos para ser fortuitos, como si el protagonista se hubiese quedado atrapado en la época de su juventud –o como si la novela nos hiciera saltar de una dimensión a otra. En efecto, ‘Los hemisferios’ nos hace pensar en la serie ‘Fringe’, con sus universos paralelos que se tocan, se afectan mutuamente, y con sus personajes que cambian (aquí, de hombre a mujer o de asistente de torero a matón) de función superficial sin cambiar de papel en la construcción global –¿el Supremo Montaje del que habla María Levi?–.
Otra forma de entender ‘Los Hemisferios’ es quizás verlo como una mancha negra que se expande, hasta formar un extraño test de Rorschach. ¿Y que vislumbra este lector en este acertijo? El corazón de la novela parece ser el final de los años 70, principio de los 80. Transición en Barcelona, cultura punk, post-punk y gótica mezclada con Foucault en París. Época orgiástica, vampírica, negra. “No Future” humano, desarrollo del posthumanismo. En cierto sentido, la juventud de estos años febriles nos hacen pensar en la nuestra, la de la post-crisis eterna. Con su tema de pasión, de amor, de locura, ‘Los hemisferios’ es una novela romántica, pero también lo es en otro sentido: el romanticismo del siglo XVIII era una reacción en contra del contexto político y económico de la ilustración y de la revolución industrial. Al recuperar el romanticismo, Mario Cuenca Sandoval nos enseña que lo político no solo se esconde en el realismo desahuciado o precario de la narrativa española de los últimos tiempos. Pero, a decir verdad, se podrían descifrar muchas cosas más en esta mancha. No dudéis en intentarlo.
0 comentarios